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Por: Melisa Zapata

Docente de Primary

La primera infancia es un período crítico en el desarrollo humano, durante el cual los niños están expuestos a numerosas experiencias que moldean su percepción del mundo. La belleza es una de esas experiencias, y su papel en la vida de los niños es más importante de lo que se piensa. Habría entonces que contemplar la idea de lo bello, la construcción de la percepción estética individual, por la cual se desarrolla la siguiente interrogación: ¿qué es bonito para un niño diferente a lo que es para un adulto?

Así pues, los objetos estéticamente agradables, como los juguetes coloridos y los libros ilustrados, pueden ayudar a los niños a desarrollar su capacidad de atención y concentración. En su libro “La mente del niño”, el psicólogo Jean Piaget afirmó que los niños tienen una capacidad innata de explorar y experimentar su entorno para desarrollar su conocimiento del mundo. Según Piaget, los niños aprenden a través de la interacción con su entorno, y la belleza puede ser una forma de motivación para que los niños se involucren en estas experiencias (Piaget, 1963).

Por lo tanto, habría que preguntarnos si como adultos formadores le damos a los niños y las niñas la libertad de elegir aquello que de algún modo llama su atención, sus intereses y sobre todo sus elecciones para con las construcciones a nivel de creación estética y/o de simple gusto o usabilidad. La guía de los adultos es naturalmente un simbolismo que reformula las experiencias en ciertos niveles de construcción social y que representan por tanto una evidente influencia de esta en el espacio creativo infantil.

La belleza es, de este modo, un componente esencial en la formación de la identidad estética de los niños. A través de la exposición a la belleza, los niños comienzan a desarrollar su capacidad de percibir y apreciar la estética en diferentes contextos. Según el profesor de psicología de la Universidad de California, James McHale, “Los niños que han tenido experiencias significativas de belleza son más propensos a convertirse en adultos que aprecian y buscan la belleza en sus vidas” (McHale, 2007, p. 37).

Es importante destacar que la belleza no solo se limita a las artes y la naturaleza, sino que también puede estar presente en las relaciones interpersonales y en la vida cotidiana. Los niños pueden encontrar belleza en la sonrisa de un amigo, en la armonía de los colores de la ropa que visten o en la disposición ordenada de los objetos en una habitación. Todas estas experiencias contribuyen a la formación de la identidad estética de los niños y les ayudan a desarrollar su capacidad de apreciación y valoración estética.

Como ya se ha dicho, la percepción de la belleza también puede tener un impacto emocional en el niño y la niña. Los objetos estéticamente agradables pueden generar una respuesta emocional positiva en el niño, lo que puede ayudar a desarrollar su autoestima y confianza. Según el psicólogo Erik Erikson, la primera infancia es una etapa crucial para el desarrollo de la identidad y la autoestima. La percepción de la belleza puede ser una forma de reforzar una imagen positiva de sí mismos en los niños, lo que es esencial para un desarrollo emocional saludable (Erikson, 1963).

Para finalizar, se hace la invitación a los padres, cuidadores y comunidad educativa en general a reformular el modo como se otorga una calificación a nivel estético a las producciones creativas de los niños y las niñas, permitir la libertad en la expresión y posibilitar espacios para el disfrute y el encuentro de sus propias habilidades y reconocimiento hacia aquello que les agrada y que hacen suyo, su estilo propio de verse y desarrollarse en el mundo. 

 

Referencias:

Piaget, J. (1963). La mente del niño. Editorial: Paidós.

Erikson, E. (1963). Infancia y sociedad. Editorial: Paid

 

Haz clic aquí para leer más artículos correspondientes a nuestra Revista WHY? #160, publicada en marzo del 2023.