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Por: Brayan Ortiz Garzón

Docente de Middle School

“El secreto del éxito es la persistencia por la meta”

-Benjamín Disraeli

Con el paso del tiempo, las aulas de clase se han constituido como espacios en los que niños y jóvenes son orientados desde la academia y los valores humanos hacia la formación de adultos proactivos y conscientes de sus capacidades. Sin duda alguna, los hábitos de estudio adquiridos durante la etapa escolar resultan indispensables en la construcción de los futuros profesionales. Si bien puede hablarse de hábitos de estudios esenciales como la organización o la diversificación, la disciplina se destaca entre todos ellos como un conjunto global de actitudes y determinaciones que evidencian el compromiso que cada individuo adquiere consigo mismo.

La disciplina, como estrategia de fortalecimiento personal, implica la dedicación hacia el aprendizaje. Se trata de una herramienta de autocontrol mediante la cual cada estudiante establece rutinas de estudio y horarios de trabajo, que potencializan la productividad y la adecuada gestión del tiempo en ambientes académicos y cotidianos. De este modo, la disciplina enseña a los jóvenes a organizar de forma eficiente su tiempo, ideas y prioridades.

Por su parte, vale la pena mencionar que, al tratarse de un compromiso que cada individuo establece consigo mismo, la disciplina contribuye significativamente en la formación del carácter de los jóvenes por medio del desarrollo de virtudes y habilidades socioemocionales, estrechamente vinculadas con aspectos como la perseverancia y la versatilidad, atributos fundamentales para superar obstáculos, enfrentar desafíos y mantener el enfoque en objetivos a corto y largo plazo.

Asimismo, la disciplina fomenta la responsabilidad personal y la autoestima. Los jóvenes comprenden que su éxito académico depende de su propio esfuerzo y dedicación, esto promueve un sentido de empoderamiento y autonomía, ya que se dan cuenta de que tienen el control sobre su progreso educativo. Experimentar los resultados tangibles de su esfuerzo, aumenta la confianza en sí mismos, pues les permite reconocer que cuentan con las habilidades para enfrentar retos y alcanzar metas. Esta confianza trasciende a otros aspectos de su vida, influyendo en sus relaciones interpersonales, decisiones y actitudes ante la adversidad.

Para concluir, puede afirmarse que la disciplina no solo garantiza la obtención de mejores resultados académicos, sino, que juega un papel vital en la construcción de actores sociales con iniciativa, propositividad y, especialmente, la valentía de transformar sus sueños en realidad.